23.11.11

El día del tiempo infinito_

Un intermitente pitido estallaba en su cabeza mientras se electrizaba la barilla de metal que le atravesaba el pecho, pese a ser doloroso, era algo estríctamente necesario para subir sin riesgo de muerte a la torre verde de piedra.

Ya preparado para emprender el viaje, consciente de que sería lo último que haría en esa forma física, cogió la daga que guardaba para ese momento y desde el centro de su pecho, de donde sobresalía una puntiaguda alargación, se hizo cuatro cortes equidistantes entre sí.

Con los cortes impregnados de esa mezcla rojiza se encontraba en un estado cercano al un sueño, se sentía capaz de cualquier cosa, y con ese sentimiento emprendió el ascenso a la torre.

Con las manos desnudas se aferraba a la torre hostil, de los pies le colgaban largas cuerdas de las que tiraría al llegar a la cima para subir los pesados enseres necesarios.

La superficie de las piedras era fría, aunque de las grietas emanaba calor suficiente como para prender fuego hasta al hielo mas seco, al llegar a cierta altura los rayos impactaban con tal fuerza sobre la torre que despellejarían a cualquier insensato que osara llegar a la cima.

Notaba la energía en su pecho, se sentía capaz de lanzar electricidad con su mirada, los rayos le impacataban en la barilla que sobresalía de su espalda y lo cargaban aún mas, los cortes de su pecho desprendían una luz roja intensa debido al mejunge en su lucha por contener los electrones en su cuerpo.

Tras lo que le pareció una eternidad sufriendo los cambios de temperatura y las descargas eléctricas, alcanzó unas escaleras de oro, subió por ellas con la rara sensación de que sus manos se pegaban y las derretían, a su vez notaba como se descargaba poco a poco.

Al fin llegó a la cima de la torre verde de piedra, estaba exhausto pero sabía que no le sobraba el tiempo como para ponerse a descansar, debía subir los enseres para preparar el viaje antes de perder toda la carga eléctrica, así que empezó a tirar por las cuerdas que hacía tiempo estaban tensas, y sus piernas soportaban el peso que pendulaba debido al viento.

Subió aquellas pesadas y alargadas rocas como pudo y las colocó en las muescas que tenía la cima de la torre. Eran cuatro postes curvados hacia el centro, en el que había unas marcas en piedra que no sabía leer, en ellas ponía:


Tras observar durante unos instantes eso caracteres, se tumbó encima de ellos, encajando la barilla de metal que le sobresaía de la espalda en agujero del centro, y orientando los cortes de su pecho hacia los postes se dispuso a decir unas últimas palabras.

-hej min Herre, jeg har besluttet ikke at møde dig_

Entonces levantó las manos y concentró la electricidad de su cuerpo en ellas, observó como se oscurecía el cielo y escuchó los truenos, era el momento de hacerlo, asi que agarró una mano con la otra y las clavó con fuerza sobre la barilla de su pecho, al instante un rayo rojo se unió a ellas y su cuerpo incandescente se elevó mientras desaparecía en lo alto de aquella torre verde de piedra.

En ese momento lo que sintió es lo que ahora siente,
pues el pasado se convirtió en presente.

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